viernes, 12 de noviembre de 2010

Cerca del Superclásico, historias para recordar

A pocos días del partido más trascendente del fútbol argentino, deportivoganarsiempre quiere recordar historias que tienen que ver con ambos equipos, o con jugadores que vistieron las dos camisetas: un récord para alegrarse y una tragedia para llorar.

Carlos Barisio: El arquero del récord

Pasó un buen tiempo desde aquel 1981 hasta el año 2000... 19 años, para ser más exactos.
Por ese espíritu de fin de siglo que obligó a realizar todo tipo de balances, la Federación Internacional de Historia y Estadísticas de Fútbol (IFFHS), con sede en Wiesbaden, Alemania, decidía reconocer el récord de imbatibilidad que Barisio consiguió en el año 81, atajando para Ferro.
1.075 minutos pasaron entre el gol de Héctor Scotta, de San Lorenzo (el 31 de mayo, a los dos minutos del partido que ganaría Ferro por 2-1) y el de Humberto Bravo, de Talleres (el 26 de julio, cuando a dos minutos del final empató el encuentro). Fueron 12 partidos y un nuevo récord latinoamericano.

La IFFHS anunció las marcas que fueron homologadas tras la de Barisio. Así, el ex DT de Brasil, Emerson Leao, se ubica segundo, con 1.056 minutos, entre el 4 de octubre y el 18 de noviembre de 1973 con el Palmeiras. El podio se completa con el colombiano Otoniel Quintana (Millonarios, 1.024 minutos, en 1971), y Gustavo González Teruel, de Perú (Sporting Cristal, también 1.024 minutos, en 1989). Luego, hasta el décimo puesto, se ubican Raimundo Aguilera (Paraguay), Ladislao Mazurkiewicz (Uruguay), José Fonseca (Costa Rica), Jairo do Nascimento (Brasil) y Juan Legnazi (Uruguay).

 

Oscar Victor Trossero: Morir en el vestuario


Eran las 20:15 de aquel miércoles feriado. El árbitro Jorge Romero daba por finalizado un partido que marcaba una nueva caída de River. Esta vez abía sido 1-2 frente a Rosario Central en Arroyito. Oscar Trossero, 30 años recién cumplidos, fue el primero en meterse en el túnel. No era algo común: fue una de las peores campañas de River en su historia, y él era de los que se quedaba levantando el ánimo a los pibes. Pero esa vez no.

Llegó al vestuario con fuertes dolores de cabeza, Inmediatamente buscó la ducha. Apenas pegó el agua en su rostro, se desplomó para siempre.

Su compañero Carlos Tapia, quien se hallaba junto a él, llamo de inmediato a los médicos del plantel, Paladino y Seveso. Los gritos alertaron al vestuario visitante. Pronto se acercó el médico de Central, mientras que los directivos del club rosarino requerían una ambulancia.

A las 22:15 se conoció el parte médico y confirmaba lo peor: "El jugador fue atendido con masajes cardíacos, de respiración boca a boca, inyecciones, pero fue infructuoso. Cuando llegó al hospital padecía de palidez generalizada, ausencia de tonos cardíacos y pulos, pérdida de conocimiento, de reflejos oculares y midriasis".

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